25 Abr La llegada del calor y la operación bikini
Sabemos que hay tantas dietas como industrias.
Y suele ser el tema de moda cuando empieza el buen tiempo, impulsados por el deseo de vernos bien ante el temido cambio de armario. Las redes sociales nos bombardean con estereotipos de cuerpos aparentemente sanos, flexibles y musculados y las tendencias gastronómicas no paran de introducir alimentos “dietéticos”, “light”, o formas de comer que excluyen nutrientes esenciales para el organismo como los hidratos de carbono de absorción lenta o que proponen cantidades notorias de grasas insaturadas, produciendo con ello a la larga serios desajustes de salud, así como carencias tanto nutricionales como energéticas.
¿Nos hemos vuelto unos superficiales o realmente empezamos a comprender la conexión entre un peso ideal (que no delgado) y el equilibrio cuerpo-mente-emociones?
Es un hecho que vivimos impactados por fortunas que invierte la industria alimenticia, en campañas de marketing de productos que no se conforman con cubrir las necesidades básicas del cuerpo, si no que, conscientes del efecto que los alimentos producen a nuestros sentidos, compiten por engancharnos a sabores y experiencias más allá de lo físico.
Y como cada vez tenemos menos tiempo para planificar comidas, las tendencias más prácticas y las modas más envolventes son las que más éxito tienen a la hora de elegir la forma de alimentarnos.
En esta misma línea en la que hay preferencia por la adquisición de comidas que necesiten poca elaboración, se produce una tendencia al plato único, o en todo caso, a comidas menos estructuradas. Como consecuencia de ello, abundan los alimentos desvitalizados, de baja calidad nutricional, pobre absorción y efectos energéticos extremos que desmineralizan organismo, acidifican la sangre y desequilibran anímicamente.
Pero al mismo tiempo, nos estamos convenciendo que la enfermedad no es solamente un capricho del destino o de la genética, sino generalmente el resultado de la elección de vida que hacemos, ayudando por suerte a valorar la calidad en la elección de la alimentación y aumentando el consumo de productos dietéticos, enriquecidos, concentrados de nutrientes, etc.
Ahora, ¿Sabemos realmente hasta qué punto nos afecta nuestra manera de comer?
La realidad es que ésta es una asignatura pendiente en nuestra educación a lo largo de la vida.
Y cuando se trata de recuperar el peso ideal, es necesario recordar que nuestro peso no sólo tiene que ver con el consumo de alimentos y calorías.
Debemos recordar que los factores que contribuyen a equilibrar el metabolismo, y, por tanto, el peso de una persona, son diversos, y es por ello que la alimentación debe tener como objetivo además de nutrir, activar los sistemas digestivo, circulatorio y hormonal, a la vez que contribuir a una buena reparación celular en las horas de descanso y mantener un estado de ánimo y vitalidad óptimo.
Hay personas que comen una cantidad notable de comida a lo largo del día y no engordan porque cuentan con un metabolismo activo y eficaz; o el caso contrario, personas que por debilidad de fuego digestivo consumen pocos alimentos, pero sienten retención constante y su metabolismo no les permite eliminar los residuos de los alimentos que ingieren.
El verdadero deseo de cuidarse y llevar un hábito de vida saludable nace de una motivación muy personal, profunda y positiva. Y no de la amenaza del sobrepeso o el miedo a una enfermedad, que suele ser por lo que la gente se pone a dieta. Prueba de ello son las campañas publicitarias contra el tabaco o los accidentes de tráfico, avisan de lo peor porque saben que el cerebro tiene una tendencia natural a retener mucho más los impactos negativos.
Sin embargo, lo que hace que de verdad cambiemos hábitos de una forma sostenible es tener estímulos positivos, rodearse de personas estimulantes, ponerse metas cortas y realistas que llenen de energía el motor de la ilusión.
Es ese estado de excitación en el que se ve la mente cuando logra algo bueno, lo que induce a mejorar los hábitos, y tener sensación de control; no hay mayor placer en la vida que la ausencia de malestar, ni mejor alimento que el que nutre cuerpo, mente y corazón.
Depurar con el objetivo de perder peso, no tiene por qué significar pasar hambre.
Depurar es equivalente a disipar, desintegrar, abrir, desde un punto de vista energético.
Por eso, antes de buscar el asesoramiento adecuado para un plan de pérdida de peso, deberíamos hacernos unas reflexiones previas como:
-¿Qué cuerpo necesito depurar? ¿Físico, mental o emocional?
-¿De qué necesito depurarlo y desbloquearlo?
-¿De qué forma me he creado el exceso?
-¿Qué relación mantengo con la comida? ¿Me sirve de tapadera para otros conflictos?
-¿Cómo con estrés, sin conciencia de ello?
Una vez identificado el origen del sobrepeso, sólo un estudio profundo y personalizado de manos de un profesional de la salud, podrá dar con el programa nutricional adecuado para cumplir con éxito los objetivos de cada persona.
No hay dos organismos iguales en todo el mundo, por tanto, la “dieta” no debería ser idéntica para grandes colectivos, como se suele anunciar. No obstante, sí contamos con información demostrada y útil que puede ayudar a la mayoría de las personas a iniciarse en el propósito de limpiar el organismo de una forma consciente y sostenida:
-Los ayunos prolongados no son la mejor opción para todo el mundo, pueden estancar el metabolismo y debilitar a nivel energético produciendo más ansiedad a medio plazo. Sin embargo, acostumbrarse a cenar temprano y no volver a comer nada hasta la mañana siguiente, es un hecho demostrado que permite una reparación más eficiente de los sistemas nervioso y digestivo por la noche.
-Introducir en los menús de primavera aquellos vegetales de temporada de mayor efecto depurativo permiten comer delicioso a la vez que limpiar: apio, pepino, endivias, espinacas, rúcula, rabanitos, hinojo, ajo, diente de león, champiñones…
-Tomar más proteínas de origen vegetal y reducir las animales ayuda al cuerpo a depurarse más rápido.
-Sustituir las harinas refinadas por una ración diaria de arroz integral, quinoa, cebada, sarraceno o avena, activa el fuego digestivo proporcionando la fuente de glucógeno que necesitan nuestros músculos y cerebro para funcionar a pleno rendimiento muchas horas.
-Utilizar las grasas buenas insaturadas con moderación, proporcionan una fuente de energía vital además de grandes beneficios hormonales y neuronales.
-Activarse, moverse, andar, bailar, nadar… ¡lo que sea por movilizar cuerpo y espíritu!
-Mimarse, y dormir mucho… ayuda a recuperar el estado de control con la comida.
Ya lo estamos viendo, el peso ideal (que no delgado) no sólo tiene que ver con el consumo de alimentos y calorías. Es mucho más que una moda, un estereotipo o un traje de baño. Es un estado de equilibrio que nos asegura un estado de salud general, nos hace estar más contentos, prevenir enfermedades y disfrutar del placer de comer con otra conciencia.
María Kindelán
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