Moverse más supone siempre vivir mejor

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Moverse más supone siempre vivir mejor

moverse en el trabajo

Cuánto y cómo se mueven la mayoría de las personas suele ser escaso y pobre, intermitente e inconsistente, con 2-3 horas de ejercicios de repetición o el mismo cardio de siempre en el gimnasio creemos que es suficiente. Suele realizarse en piloto automático o más pendientes de los resultados y las apariencias, que del acto en sí de moverse. Pueden lograrse objetivos como la tonificación de los músculos o la pérdida de grasa, pero esto no dice nada de la capacidad y habilidad para moverse, ni de los efectos que dicha movilidad tiene para todo el organismo. Esto es lo que se conoce como sedentarismo activo.

Somos frutos de una cultura meramente superficial en cuanto a lo que entendemos a priori por bienestar físico (si con ello entendemos el conjunto de hábitos alimenticios y deportivos a lo largo de la vida), una cultura computacional, maquinista, relativa a la productividad, las estadísticas, la cantidad y las apariencias. Pero claro, es que el mundo cada vez está más y mejor diseñado precisamente para que no nos movamos.

En contraste a esto, resulta que el cuerpo humano está diseñado para moverse. 

Olvidamos que la movilidad es sinónimo de autonomía, de independencia a muchos niveles a lo largo de la vida. Y como dice la epigenética, cómo y cuánto nos movemos a lo largo de nuestra vida puede condicionar hasta la información de nuestro ADN.

Los datos cantan por sí solos, el problema ya está instaurado, casi una cuarta parte de la población mundial se considera físicamente inactiva. Alrededor del 25% de los adultos y el 80% de los niños no alcanzan los niveles recomendados de actividad física. Algo realmente alarmante, especialmente en las nuevas generaciones de jóvenes digitales, dado que los comportamientos de la niñez se trasladan a la edad adulta.

La inactividad física se ha convertido en un foco principal de la salud pública, debido al aumento de la mortalidad prematura y las enfermedades crónicas atribuidas a los estilos de vida inactivos, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la depresión, los accidentes cerebrovasculares y algunas formas de cáncer. Sin mencionar el gasto económico que la inactividad física le cuesta a los sistemas de salud de todo el mundo, unos 53.8 mil millones de dólares sólo en 2013*. Aproximadamente el 6,8 % de todos los años de vida ajustados por discapacidad en todo el mundo se deben a trastornos musculoesqueléticos (TME). De esta cifra, casi la mitad se debe al dolor lumbar y una quinta parte al dolor de cuello y a osteoartritis. Tanto estar sentado como de pie durante mucho tiempo puede tener efectos nocivos para la salud del cuerpo, por lo que la comunidad de ergonomía promueve el cambio postural y las pausas en el movimiento como una estrategia fundamental para apoyar la salud funcional. 

Por el contrario, moverse brinda muchos beneficios físicos, mentales y sociales para personas de todas las edades. Los estudios indican que existe una relación dosis-respuesta entre los niveles regulares de actividad física y los resultados de salud, lo que significa que, por cada aumento incremental en la actividad física, hay un aumento correspondiente en los beneficios para la salud y el bienestar.

Además, es abundante la evidencia que relaciona la práctica habitual de ejercicio físico con la mejora de numerosos indicadores de salud para la mujer, como la prevención y tratamiento de dolencias diversas que se instauran precisamente en la peri y la postmenopausia. Podríamos decir que una buena movilidad es algo más que un estilo de vida, constituyéndose por sí mismo como una forma de terapia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos entre 18 y 64 años realicen al menos 150 minutos por semana de actividad física aeróbica de intensidad moderada o al menos 75 minutos por semana de actividad física aeróbica de intensidad vigorosa. Las actividades físicas de intensidad moderada incluyen movimientos como las tareas del hogar o andar en bicicleta con poco esfuerzo. Las actividades de intensidad vigorosa incluyen aquellas como caminar, correr o levantar cargas pesadas. Las actividades de baja intensidad son aquellas que solemos acumular a través de las actividades de la vida diaria, entre ellas caminar.

En el caso de los lugares de trabajo, brindar oportunidades convenientes para una actividad física constante y sostenida es una forma prometedora de mantener las mejoras en la salud y el bienestar: uso de escaleras, mobiliario ergonómico, accesos peatonales y para bicicletas, oferta de actividades físicas dentro o cerca de la organización, y sobretodo educación informativa sobre los beneficios y formas de moverse. 

Ofrecer clases de acondicionamiento físico a los trabajadores puede brindarles la oportunidad de cumplir de manera más conveniente con las recomendaciones mínimas de actividad física. Los estudios indican que ofrecer clases en los lugares de trabajo, o en un radio de no más de 200 m., es más eficaz para aumentar los niveles de ejercicio en comparación con proporcionar sólo instalaciones. Por lo tanto, más allá de simplemente proporcionar acceso a oportunidades, las organizaciones deben dedicar recursos para comunicar y apoyar adecuadamente el compromiso y promover una cultura de salud más amplia en la que el liderazgo, la gerencia y los colegas fomenten la participación en la programación del lugar de trabajo.

¡Tomar conciencia cada mañana de que tienes un cuerpo y de que dispones de la posibilidad de moverlo! ¿Acaso no es suficiente motivación? Si no, como dice el autor de “Camina, Salta, Baila”, Róber Sánchez, habla un rato con alguien que no pueda moverse de verdad y se te quitarán las dudas.

Moverte te motivará a moverte.

*Fuente: World Health Organization. Prevalence of insufficient physical activity. https://www.who.int/gho/ncd/risk_factors/physical_activity_text/en/. Published 2018. Accessed August 28, 2019. 

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