¿Qué tipo de hambre tienes?
Uno de los momentos de más debate tras mis charlas sobre nutrición y bienestar, es aquel en el que menciono el hambre de corazón versus el hambre de estómago, algo que parece que entendemos como concepto pero al que pocas veces atendemos correctamente a la hora de actuar.
Y es que en realidad el hambre no es otra cosa, según la RAE, que las ganas o necesidad de comer, o también se puede referir a la carencia de acceso a los alimentos.
El hambre es una sensación que todos conocemos, es la señal que nuestro cuerpo envía para indicarnos que necesita energía, pero en realidad puede ir mucho más allá. Desde tiempos ancestrales, el hambre fue esencial para la supervivencia humana, nuestros antepasados dependían de estas señales para buscar alimentos y así tener la fuerza para cazar, recolectar y protegerse. Con el tiempo, el hambre dejó de ser solo una necesidad física y empezó a involucrar emociones, pensamientos y hasta relaciones sociales.
Hoy en día, entender los tipos de hambre que podemos sentir nos permite hacer las paces con esta sensación, identificar nuestras verdaderas necesidades y, sobre todo, disfrutar de una relación equilibrada con la comida. Para ello, es importante reconocer los principales tipos de hambre, para así poder gestionarlos con una nueva perspectiva.
1. Hambre física o biológica: cuando tu cuerpo realmente necesita comer.
Esta es la forma de hambre más básica y, quizás, la que más conocemos. Es la necesidad fisiológica de alimento. Cuando tenemos hambre física, nuestro cuerpo está pidiendo energía y nutrientes para seguir funcionando. Esta es la señal que nuestros antepasados no podían ignorar, ya que de ella dependía su supervivencia.
La identificamos al sentir un vacío en el estómago o incluso con el “sonido de las tripas”. Suele aparecer de 3 a 5 horas después de la última comida. Y si no se atiende, la falta de energía y la irritabilidad pueden acompañarla.
Mi consejo es que cuando sientas hambre física, no la ignores. Escucha a tu cuerpo y aliméntalo con comidas que le den energía duradera, como proteínas, carbohidratos complejos y grasas saludables. Tómate un tiempo para comer lentamente, eso te ayudará a disfrutar más de lo que comes y sentir saciedad pasados unos 20 minutos después.
2. Hambre emocional: cuando buscamos consuelo en la comida.
El hambre emocional es esa que surge en momentos de estrés, tristeza, ansiedad o hasta aburrimiento. ¿Alguna vez has buscado consuelo en un helado o en un trozo de chocolate? Esto ocurre porque la comida activa ciertas respuestas químicas en nuestro cerebro que nos brindan un alivio temporal.
Suele aparecer de forma repentina, incluso si acabas de comer. Normalmente se enfoca en ciertos alimentos «confortantes», como dulces, snacks o comida rápida. Aunque en el momento puede calmarte, la sensación de vacío emocional regresa poco después.
Mi consejo es que la próxima vez que sientas hambre emocional, intenta identificar la emoción que estás experimentando. Puede que una llamada con un amigo, un paseo al aire libre o escuchar tu canción favorita también te ayude a gestionar esas emociones sin depender siempre de la comida.
3. Hambre sensorial: cuando el aroma o la vista de la comida despierta el apetito.
Este tipo de hambre aparece cuando nuestros sentidos se ven atraídos por la comida, ya sea por su aroma, apariencia o incluso el sonido al prepararla. ¿Quién no ha sentido el deseo de comer algo al oler una panadería o ver una pizza recién horneada?
Se activa por estímulos externos: el olor a pan, ver un pastel en una vitrina o escuchar el chisporroteo de una parrilla. Puede aparecer aunque no tengas hambre física y normalmente se centra en alimentos específicos y visualmente atractivos.
Algunas veces, esta hambre se calma con una pequeña prueba del alimento, como una pequeña porción. También puedes recordarte que esta sensación es causada por estímulos externos y que tienes la opción de decidir cuándo y cuánto comer.
4. Hambre mental o «hambre de cabeza»: cuando seguimos reglas y juicios sobre la comida.
La mente también puede jugar un papel importante en cómo sentimos hambre. El hambre mental surge de pensamientos o reglas que tenemos sobre la comida: si estamos a dieta, si creemos que “es hora de comer” o si pensamos que deberíamos evitar cierto alimento.
Surge a partir de pensamientos como “Debería comer saludable”, “No debería comer tarde” o “No puedo comer pan”. Es una hambre que viene de ideas preconcebidas, más que de una necesidad física real.
Practicar la flexibilidad y la autocompasión es clave. Trata de disfrutar de tus alimentos sin juzgarlos, y permite que tus elecciones se basen en cómo te sientes y no sólo en reglas rígidas. Comer de manera intuitiva suele llevarnos a una relación más sana y menos estresante con la comida.
5. Hambre de corazón o de afecto: cuando buscamos llenar un vacío emocional.
A veces, la comida se convierte en un reemplazo de nuestras emociones más profundas: cuando sentimos soledad, tristeza o la necesidad de afecto, el hambre de corazón puede aparecer. Nos dirige hacia alimentos que nos reconfortan, especialmente aquellos que asociamos con recuerdos especiales o personas queridas.
Suele aparecer en momentos de soledad, nostalgia o tristeza. Puede estar relacionada con alimentos específicos que nos recuerdan a personas queridas o experiencias reconfortantes.
Mi consejo cuando aparece el hambre de corazón, es pensar en otras actividades que te hagan sentir bien: tal vez llamar a un amigo, escribir tus pensamientos en un diario o dedicar tiempo a alguna actividad que disfrutes.
6. Hambre celular: cuando tu cuerpo necesita ciertos nutrientes específicos.
El hambre celular es la forma que tiene tu cuerpo de avisarte que necesita algo específico para funcionar mejor. Si te faltan vitaminas, minerales o incluso agua, puedes sentir antojos hacia ciertos alimentos que ayudarán a equilibrar estas deficiencias.
Te sientes atraído por ciertos alimentos, especialmente aquellos más naturales como frutas, vegetales o agua. No se calma con cualquier cosa; buscas nutrientes específicos.
Asegúrate de mantener una alimentación equilibrada que cubra todas tus necesidades nutricionales, ya que esto reduce las probabilidades de tener hambre celular. Los antojos constantes pueden ser una señal de que necesitas más variedad de nutrientes en tu dieta, así que, si es tu caso, podrías considerar consultar a un nutricionista.
7. Hambre social: cuando comemos por el simple hecho de estar acompañados.
Finalmente, el hambre social es la que aparece en contextos donde todos están comiendo y se nos antoja compartir la experiencia, aunque no tengamos mucha hambre. Este tipo de hambre nos conecta con los demás, y es parte de la tradición y el placer de compartir una mesa.
Surge en reuniones, celebraciones o eventos sociales. Más que apetitito físico, es una forma de integrarse y participar en la experiencia social.
Mi recomendación en este caso es disfrutar de la comida en situaciones sociales sin sentirse obligado a comer en exceso. Puedes elegir porciones pequeñas y, sobre todo, enfocarte en el momento, en la compañía y en la conversación. La comida es solo una parte de la experiencia.
El hambre no es algo que debamos temer ni evitar; es una parte de nosotros que nos conecta con nuestras raíces y nuestras emociones. Comprender los diferentes tipos de hambre nos ayuda a tomar decisiones más conscientes y a alimentar tanto nuestro cuerpo como nuestra mente.
La próxima vez que sientas hambre, pregúntate qué tipo es y responde con cuidado y amabilidad, permitiéndote satisfacer tus verdaderas necesidades. Seguro que con este enfoque más consciente, tu relación con la comida será mucho más amigable.
En Benefit Brokers ya lo hemos puesto en práctica. La conciencia nos dirige hacia caminos cada vez más eficientes en el mundo de la salud ☺. Si quieres que te ayudemos a transmitir estos conceptos al equipo de tu empresa, contáctanos. Estaremos encantados de ayudarte.
María Kindelán
Sorry, the comment form is closed at this time.