Sí a la cuarta edad, pero sanos
El ritmo de envejecimiento de la población es vertiginosamente rápido, hasta el punto de que en 2020, el número de personas de más de 60 años superó al de niños menores de 5 años. Es por eso, que la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el periodo 2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable y ha pedido a la OMS que se encargue de liderar la puesta en práctica de un proyecto de colaboración a escala mundial orientado a promover vidas más largas y saludables.
A pesar del aumento de la esperanza de vida, la evidencia nos muestra que la proporción de la vida que se disfruta en buena salud se ha mantenido prácticamente constante, lo que implica que los años adicionales están marcados por la mala salud. Un hecho que preocupa seriamente a todas las naciones por las implicaciones sanitarias y sociales que tiene.
Una realidad que plantea desafíos y ofrece oportunidades para todos. Entre otras cosas, aumentará la demanda de atención primaria de salud, requerirá más personal mejor capacitado, y conducirá hacia una nueva necesidad, la de contar con entornos físicos y sociales más agradables para las personas mayores, en los que poder seguir desarrollando sus inquietudes.
Cuidarse hoy para vivir bien mañana es sin duda la mejor inversión y medida preventiva que podemos regalarnos. Pero cuidarse puede ser un término muy ambiguo si no entendemos primero cómo envejecemos y cuáles serían las decisiones correctas que tomar para ralentizar de manera individual este proceso, pudiendo disfrutar de una calidad de vida máxima.
Según numerosos estudios de epigenética y la OMS, a pesar de que algunas de las variaciones en la salud de las personas mayores se deben a nuestra herencia genética, los factores que más influyen tienen que ver con el entorno físico y social, en particular la vivienda, el vecindario y la comunidad, así como algunas características personales como el sexo, la etnia o el nivel socioeconómico. El entorno en el que se vive durante la niñez, o incluso en la fase embrionaria, en combinación con las características personales y el estilo de vida, tiene efectos a largo plazo sobre el envejecimiento.
De igual modo, la contaminación ambiental, las radiaciones ultravioletas, el tabaquismo, el estrés, la falta de descanso y una dieta desequilibrada, pobre en antioxidantes, son factores determinantes en el proceso.
Se sabe que a medida que envejecemos la pérdida de células madre va en aumento, más del 50% de pérdida a los 35 años y más del 90% a los 60, algo que se acelera todavía más debido a la exposición a todos los dispositivos electrónicos en nuestras vidas.
Siendo el envejecimiento un proceso progresivo e irreversible, ligado a la condición humana, e influido por múltiples factores, conocer cómo va afectando de manera natural a nuestros órganos y sistemas nos lleva a un plano mucho más consciente de actuaciones que pueden contribuir positivamente a cuidarse mejor.
Por ejemplo, el corazón aumenta su tamaño y se endurecen las fibras musculares que lo rodean, disminuyendo con ello la frecuencia cardíaca y su capacidad de contracción. Los vasos sanguíneos se estrechan y pierden elasticidad, portando menos sangre correctamente oxigenada, lo que puede aumentar la presión arterial; baja el consumo de oxígeno y la capacidad respiratoria máxima, aumentando el riesgo de infecciones respiratorias; las articulaciones se vuelven más rígidas y desgastadas, algo que afecta especialmente a las mujeres por factores hormonales, hay pérdida de masa muscular y atrofia de las fibras y los huesos están más frágiles por la disminución de densidad ósea.
El impulso nervioso se ralentiza, lo que reduce agilidad y equilibrio. Y a nivel psicológico, la autoestima y el concepto de auto eficiencia puede verse mermado.
Con todas estas consideraciones encima de la mesa, podemos hacernos una idea de todas las palancas que necesitamos atender para llegar a la tercera (o podríamos hablar de cuarta edad) en un estado de salud ideal. Somos seres complejos, pero con la capacidad de gestionarnos a través de pautas sencillas, cuyo efecto a largo plazo condicionan en gran medida nuestra salud, así nos lo está diciendo tanto la ciencia como nuestra propia experimentación.
Junto con el aire, la dieta y la movilidad son dos pilares fundamentales de la salud a lo largo de toda la vida. Y precisamente son las lacras de las sociedades modernas, por lo que algo no estamos haciendo bien. Nos mal nutrimos y nos volvemos cada vez más sedentarios, por lo que urge un plan de acción social que nos eduque correctamente en el uso de estas dos grandes herramientas preventivas, antes de recurrir a los costosos medicamentos que tratan de aliviar lo que ya está dañado por una falta de base.
Moverse conlleva beneficios a corto plazo, desde regular niveles de glucosa en sangre y niveles de tensión arterial, estimular la activación de los niveles de catecolaminas (adrenalina y noradrenalina), hasta mejorar la calidad del sueño. Pero, además, en el largo plazo, aumenta la longevidad, optimiza los cambios de composición corporal asociados a la edad, mejora la capacidad cardiorrespiratoria y la fuerza muscular, reduce el riesgo de caídas y la velocidad de reacción y movimiento. Genera estados emocionales positivos, aumenta la autonomía, mitiga los estados de soledad y la fatiga en las actividades diarias, y contribuye al equilibrio psico-afectivo.
En cuanto a la alimentación, podemos contrarrestar los efectos del estrés oxidativo al que están sometidos nuestros tejidos y órganos, aportando alimentos ricos en vitaminas C, D y E, la provitamina A y los minerales zinc y selenio, precursores de la formación de colágeno, recuperando con ello los valores de la dieta mediterránea, en la que predomina el aceite de oliva virgen, uvas negras, frutos rojos, vegetales de hoja verde con propiedades pre y probióticas, nueces y pescado azul entre otros. Además, de las bondades de los productos de temporada naturales, cocinados de formas sencillas, podemos añadir raíces frescas de cúrcuma y jengibre, así como té verde puro, como grandes ralentizadores del envejecimiento.
Sólo las sociedades y organizaciones que se sepan adaptar a este cambio e inviertan en el envejecimiento saludable harán posible que las personas vivan más tiempo y con mejor estado de salud, lo que redundará en beneficios de todos. Unos beneficios que constituyen nuestra razón de ser como brokers de salud y como fanáticos de la medicina preventiva y pro-longevidad-saludable.
Podemos ayudaros a cumplir años en el mejor estado de bienestar: maria.kindelan@benefitbrokers.es
María Kindelán
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