Hagamos bien las cuentas. ¿Qué calorías cuentan?

calorías

Hagamos bien las cuentas. ¿Qué calorías cuentan?

La vida supone un constante consumo de energía, para la cual el oxígeno y los alimentos son indispensables.

En nuestro día a día necesitamos un aporte continuo de energía para poder llevar a cabo todas nuestras funciones vitales: un buen funcionamiento del corazón, del sistema nervioso, para respirar, desarrollar una actividad física, para los procesos biosintéticos relacionados con el crecimiento, para la reproducción y reparación de tejidos y también para mantener la temperatura corporal. Además, el cerebro utiliza prácticamente el 20% del oxígeno del organismo y el 50% de los azúcares que ingerimos para responder a necesidades constantes de energía.

La energía que necesitamos para poder llevar a cabo todas estas funciones, suministrada por los alimentos que comemos,  se obtiene de la oxidación de hidratos de carbono, grasas y proteínas, cuyo aporte calórico es de 4 Kcal por gramo en los dos primeros casos y 9 Kcal por gramo de grasa.

Un cuarto elemento sería el alcohol, pero éste no nos aporta ningún nutriente, sino energía en la forma de calorías propiamente dicha, lo que conocemos por calorías “vacías”.

El valor energético de un alimento lo expresamos normalmente en kilocalorías (kcal) y debemos distinguir entre kilocalorías y calorías, aunque en el campo de la nutrición con frecuencia se utilizan como sinónimos. En la actualidad existe una creciente tendencia a utilizar la unidad kilojulio (kj) en lugar de kilocaloría.

Muchas personas piensan que deben quemar todas las calorías que consumen porque de lo contrario les llevará a un aumento de peso, pero esto no es correcto, precisamente porque una cantidad de energía importante ya la está consumiendo el organismo a lo largo del día para cumplir con sus funciones básicas vitales, incluso en reposo. Estas calorías que llamamos “basales” (gasto energético basal) representan entre el 60% y el 70% del gasto energético diario, lo que quiere decir que tan sólo con dormir, respirar o hacer la digestión ya se están quemando calorías.

Es una cuestión de hacer bien las cuentas, y sobretodo de elegir calorías llenas de nutrientes de calidad. Las demás nos sobran, son las temidas “calorías vacías”, que no aportan ningún nutriente. Además del alcohol, nos referimos a los refrescos, los dulces, las harinas, los azúcares refinados. Se ha demostrado que la ingesta habitual de estas sustancias, además de ser adictiva, se relaciona con la obesidad, además de numerosos problemas para la salud como altos niveles de azúcar en la sangre, diabetes y problemas cardiacos.

Ya sabemos que hay una gran diferencia entre alimentarse y nutrirse, y nada mejor que algunos ejemplos cotidianos para entenderlo.

Un vaso de refresco de cola con una ración mediana de patatas fritas aporta un promedio de 600 Kcal, eso alimenta, pero sólo aporta azúcares, sal y grasas, además de aditivos, conservantes, estimulantes para el sistema nervioso, etc.

A diferencia de un plato de lentejas con arroz, que aporta en torno a las 400 Kcal. pero en forma de aminoácidos esenciales, carbohidratos de absorción lenta, vitaminas, minerales, ácidos grasos, etc. Con esta segunda opción, la nutrición es mucho más completa y rica que con la primera.

Esto son sólo ejemplos para darnos cuenta de lo absurdo que es obsesionarse con las calorías si no se presta atención al origen, calidad y vitalidad de lo que elegimos comer. 

Claro que un refresco de cola edulcorado no aporta apenas calorías, igual que sus aditivos químicos no aportan beneficios al organismo. Por el contrario, un licuado de hortalizas y frutas de temporada recién hecho y sin azúcares añadidos, puede aportar en torno a las 150 Kcal. (dependiendo de los ingredientes), junto con un aporte de vitaminas antioxidantes y minerales muy interesante. 

Unas tortitas de arroz inflado tienen muy pocas calorías, pero no sacian ni aportan nutrientes esenciales. Por el contrario, 80 gramos de arroz integral cocido suponen unas 160 Kcal.vitales, que nutren, regulan el tránsito intestinal, satisfacen y no llenan de aire tu intestino. – Y así, podríamos seguir con una lista interminable de supuestos alimentos “light” que nos encierran en un círculo de insatisfacción constante: picos de pan versus un pan de semillas y masa madre; patatas “light” de bolsa vs unos chips de boniato al horno recién hechos, ensaladas mixtas versus salteados o verduras de temporada al vapor, mahonesas light versus aliños caseros de aceite de oliva virgen, especias y limón; fiambres de carnes industriales versus una pechuga de pollo ecológico; fruta deshidratada baja en calorías vs fruta de verdad; barritas sintéticas sustitutivas de una comidas vs revuelto de trigueros y setas, etc.

Por otro lado, ya se sabe que el consumo de azúcar blanco se asocia a numerosos problemas de salud, acidez crónica, inmunodepresión energética e inestabilidad emocional. ¿Y qué pasa con los edulcorantes artificiales? Pues más de lo mismo, no subirán el índice glucémico en sangre, pero se está demostrando que su consumo recurrente ocasiona trastornos de inmunidad y neurológicos. Lo alarmante es la cantidad, tanto de azúcar como de edulcorantes artificiales, que vienen camuflados en gran parte de los productos envasados que se consumen a menudo: pan de molde, tomate frito, salmón ahumado, bebidas, salsa de soja común, todos los productos “light”, galletas, bollería, etc.

Es un hecho que vivimos impactados por campañas de marketing de productos que no se conforman con cubrir las necesidades básicas del cuerpo, si no que, conscientes del efecto que los alimentos producen a nuestros sentidos, compiten por engancharnos a sabores y experiencias más allá de lo físico. Pero no olvidemos que alimentarse no es lo mismo que nutrirse, si las cuentas no se hacen bien, el tipo de interés puede salir carísimo.

Las alternativas, cuanto más naturales y menos refinadas, más cuentan.

María Kindelán

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.