Hacia un estilo de vida no tóxico…

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Hacia un estilo de vida no tóxico…

estilo de vida no tóxico

No es posible vivir en un mundo absolutamente libre de tóxicos, y a menudo nos encontramos con la incertidumbre científica sobre las causas y los efectos de sustancias químicas específicas en la salud o los resultados ambientales. La relación entre la exposición a sustancias químicas y los efectos sobre la salud suele ser compleja y matizada, y depende de las condiciones de exposición, las características y vulnerabilidades de las poblaciones expuestas, así como de las propiedades de la sustancia química en cuestión.

La contaminación del aire, agua y suelo, sumado a la disminución de nutrientes presentes en el terreno agrícola, afecta a la calidad y seguridad de alimentos tanto de origen animal como vegetal.

Metales pesados como el mercurio, plomo, cadmio, arsénico, aditivos y conservantes químicos, plástico, compuestos orgánicos volátiles (COV) o aluminio, entre muchos otros, forman parte de nuestro día a día en los espacios y recursos que disponemos. 

Por ejemplo, la inhalación de COV emitidos dentro de las oficinas por los materiales de construcción o sistemas de acondicionamiento, pueden producir una amplia gama de efectos, desde molestias olfativas hasta problemas agudos de salud y comodidad, como dolores de cabeza, irritación de nariz y garganta, piel seca o con picazón, náuseas y fatiga. Cuando estos síntomas tienen una relación causal clara y desaparecen poco después de salir del edificio, se conocen colectivamente como síndrome del edificio enfermo. Por tanto, ya sabemos que el rendimiento de los equipos de trabajo dependerá en gran medida del “ambiente que se respira e INHALA” en el lugar de trabajo.

O por ejemplo, el uso continuado de cosméticos e higiene tipo jabones, desodorantes, champús o esmaltes de uñas cargados de fragancias, ftalatos, aluminio o sulfatos, pueden tener un efecto nocivo para células y órganos. Muchos síntomas molestos y desajustes que padecemos en nuestra vida podrían ser eliminados evitando la aplicación de ciertos productos a través de la piel.

Por eso, desde lo que bebemos, hasta lo que comemos, inhalamos o tocamos condicionan en gran medida nuestro estado de salud. Por suerte, el cuerpo humano cuenta con capacidad y mecanismos para contrarrestar el daño que estas sustancias pueden provocar. Sin embargo, una exposición superior a la capacidad de eliminación del organismo compromete la detoxificación y favorece el desarrollo del envejecimiento y la enfermedad. 

Sin alarmar en exceso, la cuestión es cómo podemos actuar de forma proactiva y consciente para reducir al máximo los tóxicos en nuestra vida, y para ello empezaremos por aclarar algunos puntos sobre los tóxicos más habituales de nuestra convivencia.

CONSERVANTES Y ADITIVOS QUÍMICOS

Los aditivos químicos que se utilizan con el fin de cambiar las propiedades sensoriales o incrementar la conservación de ciertos alimentos, han sido muy cuestionadas e incluso han generado un gran rechazo.

Lo cierto es que los aditivos no tienen por qué ser perjudiciales para la salud, algunos son naturales como el ácido ascórbico (Vitamina C) que se nombra como E-300. La letra E no indica si el aditivo es natural o artificial, si no que garantiza que ha sido aprobado para su uso por la Unión Europea.

No obstante, no podemos obviar que la seguridad de estas sustancias, como en el caso de la cosmética, ha sido estudiada teniendo en cuenta su presencia en ese alimento y no en el efecto cóctel. 

AZÚCAR

Cada vez más productos procesados llevan azúcar en su composición, lo que conlleva un consumo camuflado del mismo. Cuando una dieta se excede en azúcares (tanto si es consumo directo como camuflado), y se mantiene en el tiempo, ésta puede ocasionar grandes desajustes en la salud del individuo. Un exceso de azúcar en la dieta se relaciona con enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes, cáncer…etc. En ocasiones no somos conscientes de esta toxicidad por exceso debido a que, en muchos productos, aparece camuflado con diferentes nombres: Fructosa, dextrosa, glucosa, lactosa, galactosa, maltodextrina, melaza, jarabe de maíz, jarabe de arce…etc.

Una alimentación saludable, recurre a fuentes naturales de azúcar en forma de fruta fresca o seca, miel pura, verdura dulce y otros endulzantes naturales sin refinar, como las melazas de cereales o siropes orgánicos de agave o arce.

EDULCORANTES

Entre los edulcorantes más habituales encontramos el aspartamo, la sacarina, sucralosa y jarabes de maiz. Que sean seguros no significa que no puedan desencadenar ningún efecto, en concreto generan alteración en la microbiota. Y ya sabemos que una alteración a nivel intestinal puede comprometer la correcta detoxificación del organismo. 

SULFITOS

Los Sulfitos (sólo los naturales producidos por el efecto de la fermentación): son un componente químico derivado del azufre que se utiliza como aditivo conservante de los alimentos. Ayudan a mantener el color original de los alimentos, prevenir el crecimiento de bacterias, mohos y levaduras y prolongan la vida útil de los alimentos.

Los alimentos que contienen sulfitos suelen ser los vinagres, cervezas, frutas secas, sidras, refrescos, zumos, jugos, salsas, ensaladas, conservas vegetales, aceitunas, encurtidos, carne picada, filetes, hamburguesas, legumbres, frutos secos, gambas, marisco congelado, caramelos, galletas y barritas de cereales… Suelen estar indicados en las etiquetas de los productos dentro de los antioxidantes y conservantes del grupo E22x (del E220 al E228). 

Su consumo en exceso es tóxico para el organismo, atribuyéndoseles diferentes efectos y reacciones alérgicas.  Es recomendable evitar el consumo de productos con sulfitos, a excepción de aquellos que los contengan de forma natural por fermentación y no superen los 10 mg/l (vino, salchichas artesanas, etc.)

GRASAS TRANSFORMADAS, HIDROGENADAS y REFINADAS

Se habla poco de ellas, pero están presentes de forma habitual en la repostería industrial. El uso de shortenings (mezcla de aceites de semillas parcialmente hidrogenadas, aceites refinados y grasas transesterificadas como la manteca de cerdo y margarina) es una práctica extendida en algunas industrias para dar plasticidad a croissants, hojaldres, etc.

ALCOHOL

Es uno de los principales hábitos tóxicos de nuestra sociedad y, además, socialmente bien visto. Aunque algunas bebidas alcohólicas contienen compuestos que podrían ser beneficiosas para el organismo, como los polifenoles, es innegable que sus efectos perjudiciales suprimen cualquier beneficio.

El alcohol causa daño en el cerebro, es en el sistema hormonal y en el sistema digestivo. Acelera el envejecimiento celular, es muy calórico, no aporta nutrientes e impide la detoxificación de nuestro organismo. Cuando el etanol entra en nuestro interior, se vuelve prioritario para el organismo metabolizarlo y eliminarlo. Por lo que, mientras que haya alcohol en nuestro cuerpo, no se produce la detoxificación de otras toxinas. 

TABACO

Los metales presentes en el tabaco (arsénico, plomo, níquel y cadmio) son cancerígenos, aumentan la inflamación, generan daños celular y disminuye la capacidad de regeneración de los tejidos. 

ESTRÉS

Actualmente, muchas personas sufren un estrés constante debido a que los estresores ambientales han cambiado. Si antes un estresor era ser perseguido por un león, ahora la amenaza la encontramos en varios ámbitos: ganar dinero, no tener tiempo para atender la vida laboral y familiar, exámenes, pandemias…etc.

El estrés mantenido o crónico impacta de manera negativa en la flora intestinal, afectando a la integridad de la barrera intestinal.

ALUMINIO

Es un metal altamente contaminante para el medio ambiente y tóxico para el organismo humano. De hecho, no se descarta que sea un factor de riesgo en el desarrollo y aparición temprana de Alzheimer. Presente en alimentos procesados, medicamentos, recipientes de cocina e incluso en algunas cápsulas de café que contienen aluminio en su envase.

PLÁSTICOS

Están compuestos por dos tóxicos con riesgo comprobado para la salud humana, el bisfenol A y los ftalatos. Ambos compuestos son disruptores endocrinos. La exposición al bisfenol A (BPA) se relaciona con cáncer, así como con problemas reproductivos. Los productos libres de BPA tampoco son necesariamente seguros. El producto químico utilizado como sustituto del BPA, el bisfenol S, el cual tiene efectos similares en el sistema endocrino, pudiendo afecta también a la función tiroidea. 

Aun sabiendo que la lista sigue siendo extensa, las indicaciones más urgentes van orientadas a reducir al máximo la acumulación de tóxicos en el organismo humano, no sólo para vivir más tiempo y más sanos, en un planeta más sostenible, si no para mejorar la calidad de vida y el rendimiento personal: desde evitar comprar alimentos envasados en plásticos, rodearse de materiales, pinturas y sistemas de ventilación inocuos, optar por alimentos almacenados en vidrio o cartón, limitar el uso de film transparente o aluminio para envolver alimentos, revisar los productos de higiene, limpieza y cosméticos, y dar preferencia a los ingredientes frescos y vitales frente a los procesados, sin el uso de aditivos artificiales.

Y por supuesto, contrarrestar los efectos de todos los impactos ambientales con una dieta rica en minerales y vitaminas antioxidantes. Las estrategias y los remedios están al alcance de todos, pero para ello se necesita el asesoramiento adecuado que permita implementar un plan de acción viable. Por eso, estamos convencidos de la importancia que tiene enseñar a las grandes organizaciones a llevar un « estilo de vida no tóxico » en su organización, amparados por certificaciones como WELL del IWBI.

¿Tienes ya diseñado tu plan ?

Contáctanos y lo revisamos juntos

María Kindelán

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